Donato estaba tan emocionado que apenas podía contenerse.
—Ariadna, no quiero avergonzarte, así que resolveremos este asunto en privado. Ahora, discúlpate conmigo y con el señor Burgos. Cuando vuelvas a la escuela mañana, puedes preguntar a los otros profesores para ver quién está dispuesto a aceptarte en su clase —dijo con seriedad mientras intentaba ocultar una sonrisa.
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