Capítulo 4 Desagradable
«No hay ningún vestido exquisito que pueda usar para ocultar el hecho de que solo era una tonta campesina».
Al mismo tiempo, Soledad no tenía miedo de que Hipólito la culpara por convertir a Ariadna en el hazmerreír, después de todo, le había dado su vestido más costoso.
«Solo tiene que culparse a sí misma por no poder entrar en ese vestido».
Además de eso, los tacones que Soledad preparó para Ariadna también eran de diez centímetros de alto.
«Apuesto que esta campesina jamás ha usado tacones en su vida. Podría resbalarse y caerse con esos tacones de aguja cuando baje por las escaleras; ¡ja!».
Soledad estaba tan orgullosa de su ingenio que casi quería aplaudirse a sí misma; no podía esperar a ver todas las reacciones de los invitados cuando la vieran con ese vestido.
«Quiero que todos sepan que esta campesina no merece ser mi hermana».
—Oye, Ariadna, estaré abajo, ¿de acuerdo? La cena está por comenzar, así que baja cuando estés lista —dijo Soledad.
—De acuerdo… —respondió Ariadna desde la habitación.
Al escuchar su respuesta, Soledad se dio la vuelta y se fue. «Que comience la fiesta así todos los invitados, en especial Valentín, tendrán la oportunidad de ver lo espantosa que es». Soledad tarareó una alegre melodía mientras bajaba las escaleras; parecía haber olvidado cómo Valentín la había avergonzado más temprano. «Está bien, pronto la gente lo olvidará y lo único que recordarán es lo ridícula que se vea Ariadna».
De regreso en la habitación, Ariadna modificó un poco el vestido para que le quedara bien. Dado que sabía que Soledad la avergonzaría al darle un vestido que le quedara mal, ella encontró un costurero en la sala de estar y lo llevó a la habitación. Luego de ponérselo y ver cómo se veía en el espejo, quedó satisfecha con los resultados. El vestido de alta costura se veía excelente en su alto y esbelto cuerpo, y sus clavículas se volvieron aún más evidentes luego de pasar una semana en la isla; le quedaba como anillo al dedo, como si estuviera hecho a medida.
«¿Desde cuándo Soledad es tan generosa? ¿Acaso no es tan mala como pensaba que era?»
Ariadna decidió confiar en su instinto inicial, por lo que se quitó el vestido y lo analizó con cuidado una vez más. Luego de una inspección de cinco minutos, no le encontró nada sospechoso.
«Mmm. Eso es extraño».
Ariadna se puso el vestido, se miró en el espejo y analizó de cerca el corte. Pronto se dio cuenta de lo difícil que era que alguien luciera bien en ese vestido ya que quien lo usara no solo debía ser alta y delgada, sino que también debía tener un buen tamaño de busto para acentuar su corte específico; cualquier mujer con brazos robustos y hombros anchos no se vería elegante. Sin embargo, si la persona que lo usaba cumplía con todos los requisitos, se vería gloriosa con ese vestido. Ariadna esbozó media sonrisa.
«Así que esa era la intención de Soledad todo este tiempo, ¿eh? ¡Qué lástima! Me ejercito con regularidad y tengo una figura ideal que se verá increíble con el vestido. No puedo esperar a ver la decepción en su rostro».
Al principio, Ariadna quería pasar desapercibida dado que no quería convertirse en el centro de atención de la fiesta de cumpleaños de otra persona. Sin embargo, lo que hizo Soledad hizo que se diera cuenta de que no tenía otra opción mas que hacer algo para agitar un avispero en esa familia. Ariadna creía que la verdad saldría a la luz una vez que la familia que parecía pacífica se volviera un caos.
Salió de la habitación luego de ponerse los tacones plateados que Soledad le había preparado, eran tan altos que, si se desconcentraba, se caería. Soledad decidió comenzar la fiesta más temprano y encendió todas las lámparas de la sala que había sido decorada de manera extravagante. Todos los invitados sostenían una copa de champán en las manos mientras escuchaban el discurso de Soledad. Valentín, quien había terminado de arreglarse, también se encontraba entre la multitud, mas no estaba interesado ni en la fiesta de cumpleaños, ni en los pretensiosos miembros de la alta sociedad que tenía a su alrededor. Solo se quedó allí para despedirse de Ariadna, su salvadora, ya que eso era lo correcto a pesar de que creía que la muchacha que lo salvó era vulgar y poco sofisticada.
Soledad se subió al escenario y miró a Valentín; al percatarse de que aún se encontraba cerca, creyó que se había quedado por ella. «Alguien tan apreciado como él debe estar demasiado avergonzado para admitir que está interesado en mí; por ese motivo fingió que no me conocía. Muy bien, creo que todos los hombres poderosos son así».
Decidió tomar la iniciativa y expresar su interés en Valentín, se acercó al micrófono e intentó hacer contacto visual con él.
—Buenas noches, señor Navarro, bienvenido a mi fiesta de cumpleaños. Estoy muy feliz de verlo aquí.
Valentín frunció el ceño al escucharla. «¿Quién diablos es esta ridícula? ¿Por qué actúa como si la conociera muy bien? ¿Y dónde está esa muchacha? ¿Por qué no ha bajado todavía?»
Una gran parte del discurso de Soledad giró en torno a Valentín, era como si se esforzara bastante para recordarle su presencia a los demás invitados. En ese momento, un ama de llaves se acercó a ella y le susurró:
—Ahora baja la señorita Morales.
—¡Excelente! Enciendan todas las luces cerca de las escaleras.
«Quiero que todos dirijan su atención a la ridícula».
—Sí, señorita —respondió el ama de llaves.
Las escaleras se iluminaron de repente y cualquiera que estuviera allí habría sido empujado a ser el centro de atención.
«No puedo esperar a que la ridícula sea el centro de atención».
—Damas y caballeros, hoy en verdad es un día significativo para nuestra familia ya que mi media hermana por parte de mi padre por fin está en casa. —Soledad volvió a hablar con entusiasmo por el micrófono—. Hace diez años la secuestraron traficantes de personas, y hoy regresó del pueblo. Estoy verdaderamente feliz…
Antes de que Soledad pudiera terminar de hablar, todos los invitados se voltearon y escucharon pasos que bajaban por las escaleras. El rostro de Soledad se veía deformado ya que intentaba reprimir su sonrisa sarcástica; levantó la mano y señaló las escaleras.
—Demos un fuerte aplauso para darle la bienvenida a mi hermana.
Ninguno de los invitados sabía lo que sucedía, pero siguieron la corriente y aplaudieron a regañadientes.
«¿Por qué deberíamos aplaudir para darle la bienvenida a una muchacha del pueblo?»
Solo hicieron lo que ella les dijo porque tenían que mostrarle algo de respeto a la familia Sandoval ya que era una de las familias más prominentes del Distrito Jade. De lo contrario, ni siquiera se molestarían en mirar a la desaliñada pordiosera.
Ariadna alzó las cejas y sonrió al escuchar cómo la había presentado Soledad. «No puede esperar a que me ponga en ridículo, ¿verdad?»
Ariadna no era alguien que se enorgulleciera de su aspecto ya que sabía que la apariencia era solo una fachada; sin embargo, ante tales circunstancias, deseaba aprovechar esa oportunidad para enseñarle a Soledad cómo se veía.