—Laila, ¿puede venir al hotel? Me gustaría pedirle un favor.
—Oh, ¿necesita que vaya ahora? Bueno, iré ahora mismo. Tranquilícese, tranquilícese, ya voy —respondió y ladeó la cabeza para sostener el teléfono entre la oreja y el hombro mientras buscaba el bolso y el abrigo—. Mamá, papá, tengo un asunto urgente del que ocuparme, así que no me quedaré aquí esta noche.
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