—¿Tu diosa? ¿Una celebridad es dueña de este lugar? —preguntó Julián con curiosidad, sorprendido.
Si una celebridad era la dueña, se podía tener motivos para dudar de la calidad de la comida del restaurante. Después de todo, la influencia de una celebridad era importante. Sus fanáticos exagerarían de forma voluntaria sobre cuán buena era la actuación, aunque apenas pudieran actuar; ni hablar de la comida de un restaurante del cual eran dueños. En ese momento, Julián se arrepintió de haber pedido los ravioles de forma descarada, ya que no fue necesario hacerlo. Justo cuando planeaba regresarle el cuenco a la joven, ella sacudió la cabeza y respondió:
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