—Señorita Morales, el señor Navarro nos dio la orden de matar. No podemos permitir que le ocurra nada malo otra vez —dijo Sandra con seriedad.
Aunque los mercenarios de los Graciani no eran una amenaza para Ariadna, el hecho de que tuvieran armas, justificaba la necesidad de tener más seguridad.
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