Al ver la oportunidad, uno de los que odiaban a Ariadna quiso golpear al admirador más cercano; sin embargo, justo cuando dio un puñetazo, una mano pequeña lo interceptó. Eso lo tomó por sorpresa y, al bajar la mirada, vio que quien lo había detenido era un adolescente. Por instinto, intentó soltarse del agarre, pero se sorprendió al ver que no podía mover la muñeca, sin importar lo mucho que lo intentara. Contempló al adolescente con sorpresa y se preguntó si le sucedía algo malo. «Definitivamente debo estar enfermo si no tengo más fuerza que un niño».
—¡No está permitido causar problemas en el restaurante de la señorita Morales! —le advirtió Bautista mientras empujaba la mano hacia un lado.
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