—No te preocupes. —Selena palmeó el hombro de Ariadna—. Puedo distinguir el bien del mal. Los malos actos de Donato no tienen nada que ver con sus estudiantes. Por lo tanto, no voy a intervenir en sus exámenes.
Tras escucharla, Ariadna suspiró con alivio antes de pedirle:
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