Capítulo 8 Una serpiente venenosa
El humor de Soledad mejoró de forma considerable después de saber que era la ganadora de la Competencia de Baristas de la clase alta. Después de arreglar su apariencia, bajó con Cintia de nuevo.
Una vez que bajó, comenzó a buscar a Valentín, pero el hombre no estaba por ningún sitio. Justo en ese momento, vio a otra mujer de la alta sociedad de la que era amiga y le preguntó:
—¿Viste al señor Navarro?
—El señor Navarro se fue hace mucho.
—¿Dijo algo antes de irse? —insistió Soledad.
—No paraba de hablar con tu hermana. Tenía guardaespaldas a su alrededor, y no pude escuchar la conversación, pero no parecían muy contentos —respondió la mujer después de pensarlo por un momento.
—¿No lucían contentos? —El rostro de Soledad resplandeció, y continuó preguntando—: ¿A qué te refieres?
—No estoy segura. Al final, el señor Navarro se fue sin decir nada. Tu hermana lo persiguió, queriendo continuar la conversación, pero sus guardaespaldas la detuvieron.
—Eso quiere decir que ella y el señor Navarro no son tan cercanos después de todo —analizó Soledad.
—Bueno, por supuesto ese es el caso. Sin importar cuán bonita sea tu hermana, sigue siendo una campesina. Dado el estatus de la familia Navarro, ¿cómo es posible que una chica del campo pueda tener conexiones con él? Sole, no te desanimes, ¿sí? Sin dudas eres la única en todo el Distrito Jade lo suficientemente buena como para el señor Navarro —dijo la mujer, asintiendo.
Feliz tras escucharla, Soledad levantó las cejas, y dijo:
—Me agradas mucho. Le diré a mi padre que haga más negocios con tu familia.
—¡Eso es maravilloso! Gracias, Sole.
Mientras las dos mujeres conversaban, Soledad, de repente, escuchó a algunas mujeres de la alta sociedad burlarse de ella a la distancia.
—No puedo creer que Soledad tenga el descaro de bajar. Incluso se desmayó cuando vio lo hermosa que es su hermana.
—Exacto. Si fuera ella, me escondería en casa por al menos tres años, y solo saldría cuando todos se hayan olvidado del incidente.
Furiosa, Soledad estaba por discutir con ese grupo de mujeres antes de detenerse de forma abrupta. «¡No! No debería hacerlo». Sabía que esas personas eran oportunistas que se iban a posicionar con quien las iba a beneficiar. No merecían su esfuerzo en lo más mínimo. Si discutía con ellas, solo iba a dañar su imagen como mujer de la alta sociedad. En breve, el Distrito Jade solo iba a tener una sesión de valoración para todas las mujeres de la alta sociedad de la ciudad e iban a tener en cuenta cada una de sus acciones.
En ese momento, la prioridad de Soledad era lidiar con Ariadna. Siempre y cuando sacara a Ariadna del camino, no iba a haber nadie más que se robara la atención. En consecuencia, esas personas también iban a dejar de chismosear sobre ella. En ese momento, Soledad comenzó a idear un plan. Necesitaba deshacerse de Ariadna lo más pronto posible. No debía escuchar a su madre ni esperar. ¿Quién sabía lo que Ariadna tramaba si perdía más tiempo?
A la noche, después de que todos los invitados se fueran, las empleadas habían arreglado el salón, y se habían ido a acostar. Ya le habían preparado la habitación a Ariadna. Hipólito se había adjudicado una habitación con un balcón anexado al de ella. Tal comportamiento también evidenciaba cuánto la valoraba. Por supuesto que Ariadna estaba al tanto de que ella no era lo que Hipólito valoraba, sino los beneficios que ella podía brindarle.
Al mismo tiempo, Ariadna también se dio cuenta de que una de las empleadas la había estado espiando desde la segunda mitad del evento. Como tal, aunque Ariadna ya se había higienizado y se preparaba para ir a dormir, tenía la intención de permanecer en alerta. Después de todo, existía la posibilidad de que cualquiera en la mansión estuviera complotando para hacerle algo.
Por otro lado, Soledad daba vueltas en la casa sin parar mientras pensaba una forma de lidiar con Ariadna. De repente, se le ocurrió una idea.
—Jana, por favor, ven a mi habitación por un momento.
Jana fue a la habitación después de recibir la llamada.
—Señorita Soledad, ¿cómo puedo ayudarla? —preguntó la niñera una vez que entró a la habitación.
Después de recibir el brazalete que costaba un millón, Jana había jurado lealtad a madre e hija. Para ella, Soledad era la única heredera de la casa a la que tenía que obedecer.
—¿Notaste algún comportamiento inusual por parte de esa zorra? —preguntó Soledad.
—Después del banquete, la señorita Morales y el señor Sandoval fueron al estudio a conversar. Cuando ella salió, tenía una tarjeta de débito. Debe ser la pensión que le da el señor Sandoval. Regresó a su habitación a descansar después de eso. Aparte de pedir un vaso con agua, todo parece normal.
Después de escuchar esas palabras, Soledad estaba abrumada por los celos. Su madre era la única que le había estado dando una pensión todo ese tiempo. Sabía que Hipólito era muy tacaño, y se sorprendió de que le hubiera dado a Ariadna una tarjeta de débito en el mismo día en el que regresó. Eso reafirmaba la decisión de Soledad de deshacerse de Ariadna lo más pronto posible.
—Jana, hay algo que necesito que busques. Ponla en su habitación cuando la tengas.
—¿Qué es?
—¡Una serpiente venenosa!
Soledad ya lo había pensado. La mansión estaba situada sobre la cima de una colina. Incluso si una serpiente se metía en la habitación de Ariadna en medio de la noche, y la mordía hasta matarla, era probable que el incidente fuera calificado como un accidente. No había forma de que otros supieran que ella habría sido la responsable.
—¿S-serpiente venenosa? ¿Quiere que se muera por la mordida de una serpiente?
Las manos de Jana temblaron por el miedo cuando le preguntó. Si bien ella había participado de forma activa en algunos de los planes maliciosos del equipo de madre e hija, nunca le había causado la muerte a alguien.
—¿Hay algún problema? ¿No estás dispuesta a hacerlo?
—No, no. Seguiré sus instrucciones. Soy leal a usted y la señora Sandoval por completo —explicó la niñera, y continuó—: Sin embargo, recuerdo que la señora Sandoval nos dijo que mantuviéramos un bajo perfil por el momento.
—¡Basta! No voy a escuchar nada de eso. Mi madre es una cobarde. No sabe que mientras más demoremos en lidiar con ella, más problemas nos causará. La única forma de hacerlo es atacar primero. Si no estás dispuesta a hacerlo, hay otras que lo harían. Sin embargo, Jana, si no estoy equivocada, tu hijo más chico tiene una adicción al juego, y para saldar sus deudas, te has llevado varios objetos de esta casa, ¿no?
Jana soltó un suspiro de incredulidad, y miró a Soledad cuando la escuchó. No podía creer que Soledad iba a recurrir a extorsionarla siendo tan joven. Jana sabía muy bien que los objetos que se había llevado de la mansión eran de mucho valor. Si la atrapaban, sin duda, la iban a meter presa por mucho tiempo. Justo en ese momento, Soledad habló otra vez:
—Pero por supuesto, Jana, como me has visto crecer, no seré tan despiadada. Siempre y cuando hagas lo que te digo, me aseguraré de que nadie se entere de tu secreto. Además, si necesitas dinero la próxima vez, puedes pedirme directo a mí. Entonces, Jana, ¿cuál es tu decisión? ¿Lo vas a hacer?
Jana cerró los ojos con lentitud. «¿Realmente tengo opción?»
Eventualmente, Ariadna se durmió tarde en la noche. Sin embargo, se mantuvo cautelosa para así estar alerta de un posible peligro y despertarse de inmediato cuando fuera necesario.
De repente, en medio de la noche, escuchó sonidos que venían de la ventana. Ariadna se despertó de inmediato, pero se mantuvo sin moverse, y continuó recostada sobre la cama. Podía escuchar pasos en el balcón. Sin embargo, después de unos segundos, los pasos se volvieron más distantes, y al final, ya no podía escucharlos. ¡Sabía que alguien había estado en su balcón! No obstante, el intruso no entró, y Ariadna no estaba segura de lo que había hecho. Después de quedarse en la cama un poco más, se aseguró de que el intruso no regresara. Encendió el teléfono que le había dado Hipólito, y usó la luz de la pantalla para iluminar sus alrededores. En efecto, el intruso se había ido. Sin embargo, se preguntó qué podía haber hecho durante un lapso tan corto. «¿Espiarme? ¡No! No puede ser tan simple».