A las nueve y media en Libernia, Donato llevó consigo las copias físicas de su tesis al salón de clases donde la defendería. Antes de él, había un hombre regordete que tenía casi las mismas notas que él, pero el valor en su examen de coeficiente intelectual no era tan bueno como el de Donato.
—Buena suerte, Celso. Sé que te irá bien. —Donato le dio ánimos con una sonrisa.
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