Susana sabía muy bien que la moneda de la suerte no era suficiente para ayudar a Ariadna a resolver esas tres preguntas difíciles y, aunque su tono sonaba algo antipático, el ambiente era sorpresivamente amigable.
—Te lo advierto. Solo tienes tres meses para probar lo que vales, ¿entendido? ¡Si fallas tendrás que dejar a mi hijo sí o sí! —exclamó Susana con frialdad mientras tomaba el amuleto.
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