—¡Espere! —Ariadna se apresuró a detener a Melina—. Quizá debamos ir nosotros hacia la gran ama Nigris. Se que no es fácil moverla, así que no quiero molestarla.
Melina esbozó una sonrisa aún más amplia cuando se dio cuenta de cuan considerada era Ariadna, así que accedió a la propuesta con felicidad.
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