Con su teléfono en mano, Violeta empezó a enojarse cada vez más al no obtener respuesta de Susana. «No debería estar durmiendo a esta hora. ¿Por qué no me responde? ¿De verdad perdió la fe en mí? Maldita sea. Parece que tengo que esforzarme más». Violeta decidió llevar a sus padres a visitar a Susana al día siguiente.
Después de un tiempo, sus padres al fin llegaron. Se hizo fideos instantáneos para comer y desordenó su habitación a propósito. Además del pálido maquillaje que se puso, se hizo ver lo más apagada y desorientada posible. Su madre, Cecilia, lloró al ver la situación en la que se encontraba su hija.
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