Capítulo 9 La quiero muerta
Ariadna decidió levantarse para echar un vistazo, pero, en vez de encender las luces, eligió confiar en la iluminación del teléfono mientras revisaba cada esquina de la habitación.
¡Sss! De repente, escuchó algo raro que sonaba como si alguien estuviera respirando de forma agitada.
Le llevó un momento, pero Ariadna logró localizar de dónde provenía el sonido. Venía de su cama, y estaba a solo un poco más de un metro de ella. «¿Qué demonios es eso?»
Ariadna se apresuró a incrementar la luminosidad de la pantalla del teléfono y la apuntó en dirección del sonido. Para su horror, era una cobra que siseaba con enojo. La cobra hacía rato que había puesto su vista en Ariadna mientras se levantaba y la miraba con ojos verdes penetrantes. Si no se hubiese levantado porque el sonido la molestaba, Ariadna habría sido víctima de la mordida venenosa de la cobra. De repente, la serpiente se abalanzó hacia Ariadna, apuntando al cuello. Gracias a su entrenamiento, Ariadna tenía reflejos muy rápidos y esquivó el ataque de la cobra justo a tiempo. Luego, tomó a la cobra con rapidez de la cola, y la tiró con fuerza sobre el suelo, dejándola moribunda casi de inmediato. Ansiosa por cortarle la cabeza, Ariadna sacó un par de tijeras que tuvo debajo de la almohada desde un principio como medida de precaución. Sin embargo, antes de que pudiera dar el golpe final, Ariadna se dio cuenta. La serpiente en efecto era una cobra, pero nunca hubiera podido estar allí en el norte ya que esas especies vivían en el sur. «Es imposible que se haya arrastrado hacia mi habitación. Alguien la puso aquí».
Ariadna se acordó de los pasos que había escuchado antes, y ató cabos. Finalmente entendió la intención de la persona que había estado en el balcón por un instante antes de irse.
«¡Estas personas me quieren matar!»
Ariadna comenzó a pensar sobre los posibles responsables que podían querer lastimarla. Hipólito la tenía en alta estima, y estaba seguro de que ella podía mejorar su situación con los Navarro. Solo estaba deseoso de complacerla, así que no había posibilidad de que lo hubiera hecho. La única posibilidad que quedaba eran Cintia y Soledad. Por otro lado, Cintia era una persona inteligente y serena. Era difícil creer que pudiera llevar a cabo ese plan en la primera noche tras el regreso de ella. Eso quería decir que Soledad era la principal responsable. Ariadna entrecerró los ojos al pensarlo, su mirada se tornó más escalofriante bajo la luz de la luna. «Soledad Sandoval, te has sobreestimado demasiado. Si me quieres muerta, vas a tener que esforzarte mucho más».
Era la una de la madrugada, y estaba más oscuro que antes. Casi todos en la mansión dormían profundo; todos excepto Soledad. Ella estaba bien despierta, y esperaba noticias de la muerte de Ariadna. Sin embargo, ya habían pasado algunas horas, y no había noticias buenas para ella. Después de esperar por mucho tiempo, Soledad ya no pudo soportarlo. Marcó el número de Jana y le ordenó que suba a la habitación.
—¿No acataste mis órdenes? Si ese es el caso, puedes esperar a la policía en la mañana —preguntó Soledad apenas entró Jana.
—Me ha malinterpretado, señorita Soledad. Seguí sus instrucciones y compré la serpiente más venenosa que pude encontrar. Ya la solté en la habitación hace dos horas —explicó de inmediato Jana, alarmada.
—Entonces, ¿por qué no he escuchado nada? Si la serpiente la hubiera mordido, se habría despertado y gritado del dolor. Mi habitación está cerca de la de ella y, sin embargo, no he escuchado ningún grito —respondió con el ceño fruncido.
—De eso no tengo idea.
—¿Puede ser que la serpiente no muerda?
Jana sacudió la cabeza.
—No, el vendedor me aseguró que la serpiente que eligió es muy agresiva. Incluso la dejó sin comer durante varios días, así que está garantizado que atacará a cualquier ser viviente.
Soledad estaba mucho más desconcertada.
—Entonces, ¿qué pudo haber pasado?
Jana se rascó la cabeza mientras pensaba.
—El vendedor también dijo que el veneno de la serpiente es muy potente. Sin tratamiento, la víctima sin dudas moriría. Tal vez la serpiente ya la mordió, pero antes de que pudiera reaccionar, el veneno hizo efecto, lo que quiere decir…
—¡Que ya está muerta! —interrumpió Soledad con brillo en sus ojos.
—En ese caso, señorita Soledad, ¿no deberíamos encontrar una excusa para entrar a su habitación y comprobar?
—No hay necesidad —respondió Soledad mientras agitaba la mano—. Tenemos que mantener esto en secreto. Solo vas a levantar sospechas si vas a su habitación. Además, ¿qué sucede si alcanza a llegar al hospital y logran salvarla? Yo digo que mejor dejemos que pase la noche, nos aseguramos de que muera, y luego recogemos el cuerpo mañana.
Jana asintió en aprobación.
—Tiene razón, señorita Soledad. Sería más prudente esperar hasta la mañana. Para ese entonces, habría muerto hace rato y ni siquiera el mejor médico, o el mismísimo Dios, podría revivirla.
Soledad sonrió con alegría, sin poder contener el entusiasmo que sentía en su interior. Después de un momento, se quitó el collar y se lo dio a Jana.
—Has actuado muy bien; este collar es tu recompensa. Siéntete libre de hacerme saber si necesitas algo más en el futuro.
—¡Gracias, señorita Soledad! —exclamó Jana.
El miedo que había tenido en un principio por tener que asesinar a Ariadna desapareció apenas vio el collar. «De todos modos, no creo que lo que haya hecho cuente como asesinato. Después de todo, fue una serpiente lo que la mató. Tengo la consciencia limpia».
—Bien, entonces, puedes volver ahora. Por fin puedo descansar bien esta noche —
dijo Soledad mientras la echaba de la habitación.
En su cabeza, Soledad había comenzado a imaginar cómo iba a dejar que todo siga su curso cuando se despierte. Iba a fingir que se topaba con el cuerpo de la hermana, y cuando fuera al funeral, iba a llorar muchísimo para que todos la vieran. «Si mi actuación es lo suficientemente convincente, las personas podrían creer que tengo empatía».
Soledad sabía que la práctica podría ser útil, en especial cuando tenía ambiciones claras de unirse a la industria del entretenimiento. Con tales habilidades estelares para la actuación, iba a ser muy sencillo ganar popularidad y fanáticos. Mientras más lo pensaba, más feliz se ponía. La noche de verdad estaba siendo una de las mejores noches para ella. Nunca dejó de sonreír, incluso cuando apagó las luces, y se metió en la cama. Cansada, pero feliz, Soledad enseguida se quedó dormida profundamente. La frutilla del postre fue el buen descanso que tuvo a continuación. En el sueño, Soledad estaba en la ceremonia de graduación cuando vislumbró a Valentín. Él estaba tan asombrado con su talento que anunciaba públicamente que se iba a casar con ella. Desde ese momento, ella iba a mejorar su estatus en la sociedad e iba a vivir feliz para siempre. Con un sueño tan hermoso, Soledad sonrió mientras dormía, ignorando con gran desdicha que alguien se había metido a hurtadillas en su balcón.
A medida que amanecía, no había nada más que paz y silencio. Todos estaban dormidos cuando, de repente, un grito ensordecedor interrumpió el silencio y sacudió la mansión. Incluso los pájaros en los árboles de afuera se sorprendieron por el sonido y, de inmediato, se echaron a volar.
—¿Qué sucede?
—¿Qué sucedió?
—Yo tampoco lo sé. Solo escuché un grito, como un grito de ayuda.
—¡Apresúrate! Creo que es de la habitación de la señorita Soledad.
Las empleadas saltaron de la cama, y se apresuraron hacia la habitación de Soledad. Por fortuna, la puerta no estaba cerrada, por lo que las empleadas la abrieron con facilidad y entraron. Para su horror, encontraron a Soledad recostada en la cama, convulsionando de forma descontrolada y con espuma en la boca. Tenía el rostro azulado y no parecía que iba a aguantar mucho más tiempo. Todas estaban estupefactas y una de ellas hizo la misma pregunta que todas pensaron:
—¿Qué demonios sucede?
Habían pasado unos instantes antes de que una de las empleadas recobrara la compostura y comenzó a acercarse hacia Soledad cuando otra gritó:
—¡Espera! No te acerques todavía. Hay una serpiente en la cama.