Ambos hombres quedaron tan pálidos como cadáveres. Ni en sus sueños más imposibles hubieran imaginado que Ariadna fuera una licenciada universitaria; es más, tenía una doble titulación de la Universidad Maxter.
Hacía un instante, habían afirmado que no poseía las cualificaciones académicas para ser la nueva presidenta, pero resultó ser que les hizo tragarse las palabras. Jacobo sintió un inmenso arrepentimiento. «¿Por qué no pensé en esta posibilidad? Debería haber estado de acuerdo con ella desde un principio».
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