Ariadna se destacó de los demás que mantenían la cabeza baja dado que ella era la única que no lo hacía. Donato la notó de inmediato y la miró con desdén, ante lo cual, Ariadna le respondió con una mirada seria que lo sorprendió un poco; su mirada era tan hostil que le causó escalofríos. La manera en que lo atravesó con la mirada le resultó familiar; había experimentado algo similar cuando un profesor poderoso del extranjero se enfurecía. Era evidente que la mirada de Ariadna era mucho más intimidante ya que hizo que perdiera el hilo de sus pensamientos.
—Señor Baroni, ¿por qué alguien como usted, que recibió la mejor educación del país, no hace algo más productivo? —preguntó Joaquín con indolencia.
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