Donato siempre le había provocado escalofríos, no podía decir con exactitud por qué la hacía sentir de esa manera; sin embargo, no quería tener ningún tipo de contacto con él en lo absoluto. Por ese motivo había llevado a Tamara; no obstante, al final, tuvo que enfrentarse sola a él. Enseguida llegó a su oficina, levantó la mano y llamó a la puerta. Él abrió en cuanto escuchó que llamaron y la figura que estaba parada en la entrada tenía el cabello que le llegaba a la delgada cintura; era nada menos que Ariadna.
A Donato comenzó a latirle rápido el corazón cuando la vio; sin embargo, intentó actuar despreocupado y le preguntó con indiferencia:
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