A pesar de su nerviosismo, Valentín no tenía idea de por qué se sentía un poco temeroso. A medida que transcurría el tiempo, sentía que nunca se le había pasado tan lento el tiempo en su vida ni tampoco había experimentado semejante tormento. Al final, Ariadna levantó la cabeza y lo miró.
—Está bien, entonces nos casaremos —respondió asintiendo con la cabeza.
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