Cuando Ariadna abrió los ojos, se encontró sola en la habitación del departamento, y no vio a Valentín. Se higienizó y salió de la habitación. Al oír los pasos, Valentín, con un delantal puesto, salió de la cocina con una espátula en la mano.
—Debes tener hambre. El desayuno estará listo pronto —dijo, mirándola con cariño.
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