Violeta no tenía idea de lo que Celeste intentaba hacer, y la miró confundida. Esta sonreía con dulzura; por algún motivo, la dulce sonrisa se veía extraña en su frío y apático rostro. Celeste ni siquiera miraba a Ariadna, en cambio, saludó al hombre sentado junto a ella.
—Hernán, ¿también estás aquí?
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