—¡Es el señor Navarro! —exclamó alguien en voz alta, haciendo que todos miraran en esa dirección.
Con la luz que lo iluminaba, parecía increíblemente alto y elegante. Su mirada era fría y melancólica, lo que le daba una actitud indescriptiblemente digna. Era el hombre más perfecto que jamás haya existido; tenía la apariencia, el origen familiar y era muy competente. Era tan perfecto que todos sentían que palidecían en comparación a él. Los muchachos no podían evitar compararse a sí mismos, mientras que las muchachas miraban sin poder sacarle los ojos de encima. Todo el mundo admiraba a un hombre guapo, excepcional y adinerado.
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