Justo cuando el taxista le recordaba que tomara todas sus pertenencias antes de bajar del auto, dos furgonetas policiales se adelantaron y se detuvieron delante del taxi. Muerto de miedo, el taxista frenó de repente y Teófilo, quien estaba en el asiento trasero, se golpeó el rostro contra el asiento del acompañante debido al movimiento repentino.
—¿Acaso no sabes conducir? —vociferó.
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