Sin embargo, para sorpresa de Celeste, Hernán ni siquiera miró a Ariadna y, en lugar de eso, la fulminó a ella con la mirada. Ante su mirada, sintió que los ojos del hombre la petrificaban en el lugar; de repente, estaba asustada.
—H-Hernán, ¿por qué me miras así? —tartamudeó y se dejó caer sobre su asiento.
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