Antes de que el hombre pudiera hacer algo, la mano de Ariadna se estiró hacia adelante para sujetar su muñeca. Con un rápido movimiento, lo volteó para que quedara boca arriba, debajo de ella. Luego, ella se subió encima de él; sus papeles se habían invertido.
—¡Grita! ¡Grita para mí! —exclamó Ariadna mientras abofeteaba el rostro del hombre.
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