Al ver cómo se había puesto Mariela, los sentimientos de miedo y culpa de Hipólito desaparecieron de a poco.
—Madre, no te preocupes. Cuando llegues al cielo, voy a rezar por ti más seguido. Allí vas a tener una vida libre. —La tranquilizó Hipólito, tomándola de la mano.
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