Abrió la puerta, pero la persona que estaba afuera era la ama de llaves que había ido a llevarle algo de leche. Ariadna se puso triste. «No es él». No pudo evitar reírse de ella misma. «¿Acaso subestimé qué tan importante soy para él? Pero ¿cómo es que alguien puede cambiar tan rápido?».
—Buenas noches, señorita Navarro. —La ama de llaves le sonrió—. Le preparé algo de leche caliente para que pueda dormir mejor. Que descanse.
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