En la subasta, Ariadna había pagado diez millones por un jarrón antiguo que Marcos había donado. Aunque Ariadna no tenía mucho interés en las antigüedades, lo compró en un esfuerzo por ayudar a Tomás y al resto a reconstruir su pueblo. Justo cuando Ariadna iba a pagarlo, una figura alta y musculosa le bloqueó el paso. Sobresaltada, esta levantó la mirada y se encontró con los ojos de Arón.
Cuando notó que el hombre levantaba la mano, Ariadna retrocedió instintivamente, pues temía que estuviera planeando lastimarla. Sin embargo, Arón se limitó a abrir las palmas de las manos. Eso hizo que ella mirara hacia abajo y vea una caja negra en las manos de Arón.
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