En lugar de enfadarse, Ariadna se limitó a arquear una ceja, divertida.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué hay de usted, entonces? ¿Cómo puede ser más digno de enseñar en la Universidad de Distrito Jade un profesor que droga a una de sus alumnas y comete actos tan repugnantes? Apuesto a que perdería su trabajo si se diera a conocer.
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