—¡Lo sabía! —gritó Cintia mientras comenzaba a llorar—. ¡Sabía que no ibas a dejarme así! ¡Sabía que me mentían! ¡Casi me matas del susto, Sole!
Al oír eso, una expresión de sorpresa apareció en los ojos de Ariadna, pero recuperó la compostura de inmediato al darse cuenta de lo que ocurría.
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