Las palabras de Cintia solo hicieron que Hipólito se sintiera más frustrado. Al margen de todo, Ariadna había hecho que perdiera mucho, mas no podía perder su fuente de ingresos, así como tampoco podía mantenerla cerca.
«Quizás debería dejarla en un monasterio». En el momento en que se le cruzó ese pensamiento por la mente, Hipólito vio a un grupo de empleados de su empresa que caminaban hacia él y tragó saliva al instante. «Vinieron a pedir una indemnización. ¡Esta basura inservible!» Hipólito quería huir en ese instante; sin embargo, las palabras que escuchó en el próximo segundo lo dejaron atónito.
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