«¡No está muerto! ¡Mi hijo no está muerto!» Como una loca, la mujer se liberó del agarre de Valentín, corrió hacia el niño y extendió los brazos para abrazarlo. Sin embargo, para su sorpresa, el pequeño dio unos pasos hacia atrás con miedo y evitó sus brazos; ella abrió los ojos con incredulidad.
—¿Cariño...?
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