Incapaz de seguir mirando la escena, Camilo perdió la fuerza en sus piernas, su rostro se volvió pálido mientras caía de rodillas junto a Ariadna.
—No es tu culpa... es la mía. Los otros me bloquearon el camino de forma deliberada, pero debí haberlos ignorado y haber venido directo. Desde el principio, no debí haber ido a la orilla del mar para traer a ese hombre... Su muerte es por mi culpa —murmuró Camilo.
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