Ariadna estaba perpleja mientras miraba la llave de la habitación que Hipólito dejó en su mano. Toda lástima y tristeza que sintió momentos antes desaparecieron en un instante y la dejaron en un silencio ensordecedor. Al notar que Ariadna no decía nada, Hipólito pensó que había quedado anonadada.
—Sol, ser inocente e ingenua no es algo malo, pero eso solo funcionaría si aún vivieras en el campo. Ahora que vives en Distrito Jade, tienes que aprender nuestras costumbres, por muy turbias que parezcan. Hay veces que es necesario hacer sacrificios.
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