Ariadna, quien estaba sentada en el escritorio, y «leía su libro» con mucha atención, alzó la cabeza confundida. Su mirada se encontró de forma casual con la de Hipólito y ella pudo notar el nerviosismo en sus ojos. Él lo disimuló de inmediato, pero Ariadna pudo notarlo con claridad.
—¿Por qué regresaste, padre? —preguntó ella con calma.
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