Mientras tanto, en Libernia, Linda quería bajar del auto e irse a casa después del apasionado encuentro con Mariano, pero él se negaba a dejarla ir. Para él, desde que se acostaron juntos, ella pasó a ser su mujer, y no le importaba que hubiera estado con otro hombre antes. A partir de ese momento, quería tenerla a su lado y deseaba tratarla bien durante el resto de sus vidas.
—Mariano, no te hagas ilusiones —dijo Linda y se marchó.
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