Lo que dijo Yeimi hizo que la anciana temblara de rabia. Después de todo, estaba allí para que la diagnostiquen, no para que la insulten. Al ratito, se levantó temblando de la camilla del hospital, se puso los zapatos y quiso irse.
—Señora, no hemos terminado. ¿A dónde va? —Ariadna ignoró a Yeimi y se apresuró a detenerla cuando vio que se estaba marchando.
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