—Sea como sea, deberías haberme dicho la verdad la primera vez que nos vimos. —Susana la regañó con enojo fingido.
Aunque el tono era severo, no podía culpar a Ariadna por esconder su identidad. Era evidente que la joven había regresado para vengar la muerte de su madre fallecida. Susana compartía el mismo sentimiento, pero su estatus le impedía intervenir. Después de la muerte de María, no pudo pensar en nada más que en venganza. Como el resentimiento de injusticia la perturbaba, Susana había tratado de recolectar evidencia condenatoria en secreto, pero había sido en vano. En ese momento, que los instigadores habían recibido su merecido castigo, sentía como si se hubiera quitado un peso de encima.
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