Una lágrima rodó por su mejilla, cayó en los resultados y manchó una de las palabras. Estupefacto, usó con prisa un pañuelo de papel para limpiar la hoja y, cuando al fin se secó, suspiró y apretó el papel contra el pecho, como si se tratase de un preciado tesoro. En ese momento alguien llamó a la puerta.
—¿Quién es? —El hombre giró la cabeza con rapidez y ocultó los exámenes en una pila de documentos que había sobre la mesa.
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