Sorprendido, Hipólito se dio vuelta y miró a su abogado en busca de ayuda. Sin embargo, este fingió que no lo veía y evitó su mirada porque se sentía mal. Para un abogado, la justicia era la victoria; prefería perder el caso antes que enfrentarse al odio del público. Hipólito se mordió los labios ya que no tenía más remedio que defenderse él mismo.
—Su señoría, no fue a propósito la contaminación que mi empresa minera le provocó al medio ambiente. Pido disculpas por la falta de conocimiento profesional; prometo que aprenderé de este error. En cuanto a los sueldos de mis empleados, no tuve más opción que deberles y les pagaré lo antes posible.
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