—Ahora es el momento de ajustar cuentas. Asesina, ¿tienes unas últimas palabras? —afirmó Ariadna lanzándole una mirada a Cintia.
Mientras hablaba, agitó el bolígrafo que grababa; había grabado todo lo que ella había dicho hacía un rato. Tras abrir los ojos conmocionada, Cintia murmuró con desesperación; sin embargo, la joven ya no tenía paciencia para escucharla y, con un gesto de la mano, ordenó:
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