La llamada había estado en altavoz, así que Violeta había escuchado todo. Se mordió los labios ya que se arrepentía de haber aceptado la tarea. Si no se hubiera ofrecido, a quien hubieran regañado sería Ariadna. «¡Maldición! No es de extrañar que Ariadna no quisiera hacerlo. Debe haber sabido que todo resultaría de esta forma. ¡No es nada más que una zorra calculadora!». No obstante, Violeta no tenía la valentía para manifestarle ese pensamiento en voz alta a Arturo así que solo podía quedarse callada y soportar las miradas despectivas de los demás profesores.
—Parece que escuchaste. Toma un bolígrafo y termina la carta de descargo antes de irte —dijo Arturo cuando vio la expresión en el rostro de Violeta.
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