El doctor Méndez, aunque era extranjero, hablaba español con fluidez. No se podría haber adivinado su nacionalidad con solo escuchar su impecable acento. Parecía ser capaz de entender lo que a ella le pasaba.
—Llegué a Distrito Jade con mis padres cuando tenía diez años, así que puedo hablar bien español. Por favor, tome asiento, señorita Morales —explicó.
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