«¿No me digas que María ha enviado a Ariadna a nuestra casa para vengarse?». Hipólito sintió escalofríos en todo el cuerpo mientras pensaba en las últimas palabras de María: «Incluso aunque muera, me voy a convertir en un fantasma y voy a buscar venganza».
Tras pensar en ello, la mirada de Hipólito enseguida se tornó intensa y decidida. «No puede ser. No puedo dejar que esto continue. Debo echar a Ariadna de la casa. Por más que sea mi máquina de hacer dinero, no puedo dejar que se quede por más tiempo si nos va a quitar la vida a todos». Al pensar en que podía ser la próxima víctima, ni se molestó en quedarse a lado de Mariela y, en cambio, se apresuró al auto y aceleró hacia la residencia Sandoval.
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