Hipólito vacilaba antes en renunciar a una máquina lucrativa como Ariadna; no obstante, ya había tomado la decisión. «La riqueza no es nada comparada con tener un hijo. Debo tener un varón para que herede todo y continúe con mi legado». Él se volvió hacia Ariadna, la miró directo a los ojos y dijo:
—Escuchaste lo que dijo, Sol, no tengo otra opción. Eres una buena hija y estoy seguro de que lo entiendes, ¿verdad?
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