«Nuestra familia… Una maldición…». Mariela no pudo evitar mirar a Ariadna, quien comía y se ocupaba de sus asuntos y el odio comenzó a reflejarse en su mirada. «No sabía que los Acuña habían sufrido una desgracia, pero ¿dos jóvenes fallecidas al mismo tiempo? ¿Es posible que sea solo una coincidencia? Tal vez tienen razón y nuestra familia se ha topado con una maldición, ¡y esa maldición no es otra más que Ariadna Morales!».
Mariela entrecerró los ojos y, a su lado, Cintia no escuchó la conversación de los invitados; todavía pensaba en por qué Hipólito había estado tan distante con ella. Cuando la anciana se detuvo, al final volvió al presente.
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