Ariadna no esperaba que las primeras palabras que salieran de la boca de Donato fueran tan groseras, por lo que el respeto que sentía por él se hizo cenizas. Frunció el ceño, quería explicarle, pero al final no dijo nada ya que una pelea con esa clase de persona era solo una pérdida de tiempo y energía. Ignoró sus palabras como si no las hubiera dicho en primer lugar y, en cambio, le preguntó con amabilidad manteniendo el respeto:
—Señor Baroni, quiero solicitar una autorización para ausentarme por un día para mañana. Apruébela, por favor.
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