Milo era el nombre de Donato en inglés londinense, pero el hombre no demostró ni una señal de felicidad, ni siquiera después de recibir los elogios generosos de su mentor. Apretó su agarre en el ratón y no supo cómo responderle, pues le disgustaba que acabara de elogiar a la alumna que más le desagradaba. Mientras contemplaba su respuesta, apareció un nuevo mensaje:
«El último paso de la solución me recordó a una alumna de nuestra universidad que solía resolver preguntas complicadas con los métodos más sencillos».
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