La espalda de Ariadna se empapó instantáneamente de un sudor frío al pensar eso; no podía creer que el jáquer fuera capaz de seguirla hasta allí desde Distrito Jade. Además, había colocado una bomba en el barco. Eso le recordó la conversación que el jáquer tuvo con ella; le advirtió que, si se negaba a unirse a ellos, la bomba que tenía delante sería su único desenlace. Así, respiró profundo varias veces más antes de atender la llamada.
—¿Quién eres? —preguntó con frialdad.
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