Ariadna se inclinó para ver la herida de Valentín. Algunos mechones de su pelo cayeron hacia delante y le rozaron la frente. Tocó la herida de manera suave haciéndole sentir apenas una picazón y su corazón se aceleró.
Por alguna razón, Valentín estaba confundido y tragó saliva con fuerza. Sin embargo, ella siguió sentada encima de él sin darse cuenta de nada. Era el tipo de sensación torturadora que solo un hombre podría entender.
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