Ivana no reconoció a ese hombre y quiso pasar de largo. «No puedo soportar seguir quedándome aquí, este evento ya no es mi fiesta de cumpleaños, sino la fiesta de Ariadna, ya que vino para lucirse». El hombre extendió la mano para impedirle el paso.
—Es un placer conocerla, señorita Acuña. —Sonrió.
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