Ariadna enseguida sacó una foto de su bolsillo y se la dio a Susana, quien la miró con impaciencia. Sin embargo, al reconocer el rostro de la foto, fijó la mirada en ella. En la foto aparecía su querida amiga, María. Susana miró a Ariadna boquiabierta con incredulidad. «La zorra luce igual que ella. También tiene la misma aura. Además, tiene una foto». A Susana se le cruzaron muchos pensamientos por la mente. «¡No puede ser!»
—Parece que sí conoce a mi madre —comentó Ariadna con calma, después de un momento.
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